Vi@Euskalmitología. Daniel Oholeguy.
LA VIDA A BORDO DE UN BARCO VASCO HACEN MIL AÑOS
En los viejos barcos veleros, cuando se desataba el vendaval, no habia lugar en el que uno pudiera estar quieto y tranquilo. Mientras el contramaestre da sus órdenes con el pito o silbato, porque de otra forma nadie podría oírlo, los gavieros y juaneteros, suben a las vergas de los palos, para adujar, liberar o amarrar las velas, mientras el resto de los arrantzales maniobra con los cabos o sogas, para lograr que el velamen se ubique en la posición correcta para que impulse la nave por acción del viento.
El puesto más difícil es el que se encuentra en lo alto del palo mayor, que vulgarmente se denomina “nido de cuervos”, “nido de águilas” o simplemente “carajo”. Quien cubre la guardia allí debe estar muy atento a todas las maniobras, además de otear el horizonte para evitar colisiones con otros barcos, con arrecifes, o cualquier escollo que pudiera dañar o hundir la embarcación.
Es por eso que se enviaba a los arrantzales más avezados, pero también se trataba de un castigo, porque quien está en el carajo, no puede descansar, debe estar muy atento, el movimiento se siente más, y cuando no hay tormenta, solo se puede ver mar y cielo, cielo y mar los 360º. En esos casos el tedio es irritante.
El otro puesto de gran responsabilidad, es el de guindola, se trata del hombre que cubre guardia en la toldilla, la parte trasera del barco. Es el que avisa cuando cae algún marino al agua, y esas embarcaciones, no permitían maniobrar rápidamente para salvar al accidentado, por lo que llevaban un cabo o soga arrastrando unos cuantos metros. Era el guindola el encargado de recogerlo, si es que quien había caído llegaba a tener la suerte de alcanzar dicho cabo que se denominaba “salvador”.
Los barcos estaban construidos antiguamente con el casco con forma de escamas, esto es que las tablas terminaban unas sobre otras, lo que las hacía más difíciles porque en caso de golpear contra las mismas durante una caída, generaban heridas y laceraciones.
Con el tiempo, esta forma de construir, dio paso al casco liso, donde las tablas terminaban una a continuación de otras, y se rellenaban los intersticios con un calafateo más eficaz.
Por su parte, el capitán de la nave era el comandante, pero había un primer oficial, que le suplía en los momentos de descanso, un oficial de derrota, que llevaba la ruta a destino, un contramaestre, que era quien recibía las órdenes, y mediante pitadas de su silbato, las transmitía a la tripulación. Generalmente era el marino con más experiencia, ya que no podía cometer error alguno. El silbato era fino, al igual que los actuales, y permitía sonidos claros y diferenciados para cada palo y para cada verga, por ejemplo, desde el horizontal bauprés de proa, “oi•”; el trinquete, el primero vertical, “toroti”; el mayor, “torotototi”; mientras que el mesana, “torotito•”; finalmente la cangreja, que es la horizontal de popa; “ito”. Y la cantidad de veces que se tocaba, eran las vergas que iban desde abajo hacia arriba; gavia, sobre gavia, juanete, sobre juanete, perico y sobreperico.
Cuando se llamaba a toda la tripulación, se escuchaba toda la melodía completa: “oi-toroti-torototi-torotito-ito-ito-ito”, que es la misma que se puede oir al izar el pabellón.
La voz del silbato: “oi” significa atención y se toca cuando algún oficial pisa la planchada, y viene de aquella época en que los oficiales regresaban de la juerga en los tugurios del puerto, generalmente ebrios, entonces había una guardia que le ayudaba a pasar la planchada sin riesgo de caerse al agua.
También había un cargo de cierta importancia; el lamparero, que era responsable de llenar las lámparas de aceite, encenderlas al caer la noche, y apagarlas al amanecer, porque el combustible empleado era caro. Además fabricaba las mechas que originalmente eran de cáñamo.
Los rederos: fabricaban cabos (sogas) y redes, eran responsables del entramado lateral, por donde ascienden los gavieros, los obenques y las bridas. También cosían las velas.
El lacero; era quien tiraba un cordel con un peso de una embarcación a otra, éste se amarraba a un cabo mas grueso a fin de pasar mercaderías o personas de nave a nave. Debía tener mucha idoneidad y fuerza, porque debía llegar a muy larga distancia, y hubo veces en las que golpeaba a algún descuidado arrantzale, que terminaba con algún hueso roto.
Campanero: era quien tocaba la campana durante la niebla, a fin de avisar a otros buques que allí estaban para no colisionar, algunos llevaban uno en la proa y otro en la popa.
Despensero: quien llevaba el control de los alimentos, algunos barcos grandes, tenían chiquero y redil para cerdos y ovejas, que les llevaban vivos a fin de tener carne fresca, de ellos se ocupaba el ayudante de despensero. No se podían llevar gatos en la navegación porque eran de mala suerte.
Cocinero: eran los que repartían la comida, ya que se trataba en la mayoría de los casos de chacinados y embutidos, frutas secas, que duraban mas, puesto que todos sabían cuando zarpaban, pero nunca cuando llegaban a puerto.
Aguatero: responsable del cuidado y suministro de agua dulce.
Guardias de abordaje: eran arrantzales con experiencia en espada o estoque, quienes evitaban o repelían los abordajes de los piratas. Sus sastakai (navajas marineras) eran capaces de abrir una vela de arriba abajo solo con el peso de su dueño.
Timonel: quien manejaba el timón, llevando el barco por la vía correspondiente.
Barquero o patrón de barca: al no haber puertos, los buques se acercaban todo lo posible a la costa, y personas y materiales se transportaban en pequeñas embarcaciones de remo, quien operaba la pala del timón, era el barquero.
Capitán: el comandante del barco, quien era responsable de la embarcación y de la tripulación. Tan avezados eran, que sabían los vientos que correrían durante la navegación, con solo ver las hilachas colgadas de las velas o de su propio capote. Su autoridad era total y absoluta.
Oficial de derrota: era el responsable de marcar el camino que llevaría el barco a puerto y el mejor conocedor del sextante.
Medico: cualquiera que dominase algo de curaciones, en su mayoría eran herreros, es decir que además de herrar, eran lo que hoy llamamos veterinarios.
Maringote: un marino de menor jerarquía, para todo servicio.
Finalmente el chafalote: responsable de reparaciones pequeñas.
Los castigos eran terribles ante cualquier falta: desde el látigo, la pérdida de un dedo o una mano, hasta el “pasar por la quilla” esto era amarrar al desdichado y soltarlo en la proa hasta que el buque le “pasaba por encima”
Las tripulaciones generalmente se encontraban en las tabernas del puerto, todo ebrio que se dormía, despertaba ya en navegación. Eran rudos, y acostumbrados al trabajo exigente sin demasiada paga, al alcohol y las mujeres de vida fácil, ya que solo estaban en puerto por poco tiempo y ello impedía que pudiesen hacerse de amores formales, por lo que acudían a las tabernas donde había prostitutas. No eran muy afectos a la higiene, porque el agua había que cuidarla para las largas navegaciones. Solo se bañaban en tierra, jamás en navegación.