Vi@Euskalmitología. Daniel Oholeguy
ALBI, ARGI, Y ARGIDUNA
Dicen las antiguas voces de Euskal Herria, que en los pirineos vascos, pueden hallarse lugares en los que se unen el bien y el mal, en la forma de los genios lugareños. Todo depende del corazón de quien camine las montañas.
En Aralar, hay una gran sima llamada Albi, de la que se dice que aquellos que murieron sin alcanzar la abundancia de Mari, entran en el mundo de las sombras a través de ese lugar. Es por ello que en las noches es posible observar la Argi: la luz como manifestación de almas de difuntos que está muy difundida en las leyendas de muchos lugares de la amada Euskal Herria.
Pero si por allí pasan las almas de los réprobos… ¿Qué sucede con los vivos? Bueno, ellos pueden ver al Argiduna, que se trata de un duende en forma de luz nocturna, y tiene por misión, orientar a los perdidos en el monte, ayudar a los txikis que se aventuran por sitios peligrosos, evitar que se pierdan los rebaños, y transformar en semillas, las migas que caen de los bolsillos de los caminantes.
En muchísimas oportunidades, se han podido observar la Argi como el Argiduna, y corren diferentes leyendas sobre las mismas. Una de las mas difundidas es la de don Adame, un baserritarra que buscando una cabra perdida, se aventuró en la sima, y sin llegar a ella, alcanzó a divisar la luz de los difuntos. Asustado, se encaminó al sitio opuesto, pero casi se cae desbarrancado. En la oscuridad, alcanzó a sentir un brazo que lo alcanzó en el aire, devolviéndolo al camino.
Luego, pudo notar que el sendero de regreso estaba extrañamente iluminado. A la distancia y al frente, oía el tintinear del cencerro que su cabra tenía al cuello.
Cuando llegó a inmediaciones del baserri, el animal le esperaba sentado en las peñas.
Don Adame siempre comentó de su experiencia y su nieto, me lo transmitió a mi. Viejas historias de la amada Euskal Herria.
Las Miradas de Jose Asensio Larrinaga 